Las mujeres del Quijote
(Un paseo por la obra
inmortal)
Se necesita mucha audacia para atreverse a escribir acerca del
libro que ha creado al idioma castellano, pero que sirva este opúsculo para
recordarlo.
PRIMERA PARTE
Las primeras mujeres que
aparecen son la sobrina Ana y el ama, la primera de menos de veinte años
y cuarentona la segunda. Ambas son virtuosas y dedicadas a servir a Don Quijote
a quien quieren entrañablemente. No se sabe a qué se dedicaba el hidalgo aparte
de la caza y de leer sus libracos de caballerías. Quizá administraba sus
tierras de labranza y aunque hidalgo, era pobre. (Don Quijote dice que “yo deciendo
por línea recta de varón del caballero Don Gutierre
Quijada” I, LIX)
Cuando toma la
decisión de hacerse caballero andante, elige como su dama a Dulcinea del
Toboso, doncella que en realidad era la labradora Aldonza
Lorenzo, “moza de muy buen parecer”, fuerte, alta y guapa: ”¡Y que rejo tiene la condenada!” dice Sancho (a quién sacaba “un palmo” –unos 20 centímetros-de altura),
físicamente no aparece sino hasta la segunda parte y allí ya no se la describe
como guapa, pero si hábil para montar pues lo hace “como un cordobés o un mejicano”. Se la imagina como una muchacha de unos 20 años, joven, sanota y
rústica, apta para los hijos e ingenua y buena. Pasa así “la dulce”, que sus
dos nombres eso significan, a ser la heroína más famosa no sólo de la
literatura castellana sino de otras muchas y se ha convertido como la amada ideal.
Sus padres: Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales.
“Y cuando la viste
- le pregunta don Quijote a Sancho - a quién había mandado llevarle una carta - ¿no te llegó un olor agradable como
de mirra desleída, algo sabeo y que tiene un no se qué
de bueno, que no acierto a describillo?”
Sancho que le “había
dado el avión” a Don Quijote pues ni siquiera fue al Toboso e incluso había
perdido la carta, pues no percibió nada de eso.
Otros sucesos dignos
de mencionarse acerca de Dulcinea:
Va Don Quijote por el
camino y de pronto se topa con unos comerciantes toledanos y:
Todo el mundo se tenga, si no confiesa que no hay en el mundo
todo, doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea
del Toboso.
“Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena
señora que decís; mostrádnosla para que podamos confesar la verdad que nos
pedís-
-Si os la mostrara -replicó don Quijote-, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La
importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar
y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia.
Don Quijote, en Sierra
Morena, va a hacer penitencia por los amores de Dulcinea a semejanza de Amadís que padeció desdenes de Oriana.
-Pero si usted no
ha sido desdeñado, no tiene que hacer penitencia ni darse de calabazadas, le
dice Sancho-
Y Don quijote: “-Ahí esta el punto -respondió don
Quijote- y ésa es la fineza de mi negocio; que volverse loco un caballero andante
con causa, ni grado ni gracias: el toque está desatinar sin ocasión y dar a
entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?
-----------------------------------------------------------------------------------------
En su primera salida
por el “viejo campo de Montiel” (sin Sancho), al llegar a la venta que él toma
por castillo, lo atienden dos mozas “del partido” (criadas de la venta y
prostitutas eventuales, ingenuas y “buena onda” según se entiende) y lo hacen
tan comedidamente que Don Quijote les recita aquello de “Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido, etc.”, lo que a las muchachas las halaga
sobremanera.
Cuando el ventero lo
arma caballero las mozas que eran bien criadas – vale decir atentas – con
solicitud y cierta solemnidad, una le ciñe la espada y le dice “Dios haga a vuestra merced muy
venturoso caballero y le dé ventura en lides” y otra le calza las
espuelas. Queda tan satisfecho nuestro caballero que las llama “Doña Tolosa
y Doña Molinera”
Como se recordará, su
vecino Pero Alonso, regresa a Don Quijote todo molido y maltrecho pues la tunda
que le dio un peón de los comerciantes toledanos (a quienes intimó para que
jurasen que Dulcinea era la más bella), fue de pronóstico.
Pero nuestro héroe no
desiste y organiza a escondidas su segunda salida ya acompañado por Sancho a
quien ha engatusado (Sancho, dice Cervantes, es “hombre de bien -si es que este
título se puede dar al que es pobre-). Les ocurren varias peripecias hasta que sorprendidos
ven como van a enterrar a un joven hidalgo que se ha suicidado por el amor de
la hermosa Marcela, quien anda por esos andurriales en hábito de pastora. El acompañamiento del difunto culpa a la
bella de la desgracia del desdeñado Grisóstomo, según
le cuentan a Don Quijote, pero entonces aparece la hermosa joven y explica así
su conducta:
-El cielo me hizo
hermosa, según decís, sin yo pedírselo y si alguien se enamoró de mí por mi
hermosura yo no llevo culpa, pues a nadie prometí nada, a nadie entretuve ni dí esperanzas, soy de libre condición y no me gusta
sujetarme a nadie- y dándose la vuelta se volvió al bosque. Don Quijote
comprendió a la bella, defendió su derecho y pidió “que fuera honrada y estimada por
todos los buenos del mundo”
Marcela es muy linda,
rubia, joven de 15 o 16 años, hija de padres muy ricos (de Guillermo el
rico) muy discreta y bien educada, pero hay algo en su comportamiento un poco
altivo y zahareño que le resta simpatía.
* Merece un comentario especial la actitud de
Marcela, pues nos parece inexplicable: Esa resolución de andar sola y
vagando por los bosques, no es el comportamiento normal de una muchacha
hermosa, rica y por cómo se expresa, educada y bien criada; además está en la
edad de las ilusiones y de los amores románticos. Sería bienvenida la
opinión de un psicólogo que analice la personalidad de la hermosa Marcela. AGR
A nuestros héroes les
suceden después algunas aventuras: Los desalmados yangüeses, los molinos
de viento, la batalla con los borregos, el yelmo de Mambrino,
los batanes, los galeotes, entre los que va Ginés de Pasamonte
que aparece en la segunda parte como el titiritero de “El retablo de maese
Pedro”, etc.
Se hospedan en otra
venta que de nuevo Don Quijote cree castillo, donde lo atienden la esposa
del ventero, la hija, joven, doncella y “de muy buen parecer” y Maritornes, muchacha asturiana de cascos livianos, fea,
chata y tuerta. “Verdad es que la
gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de
los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían
mirar al suelo más de lo que ella quisiera.” Dice con ironía cruel
Cervantes
Se produce allí un
equívoco con la Maritornes en el que como siempre, Don Quijote sale muy mal
parado. (Maritornes se había apalabrado con un arriero para “yogar” con el, pero hubo de pasar
cerca del camaranchón de Don Quijote, quien al sentirla la abrazó pensando que
era la princesa del castillo que iba a verlo y aunque la moza olía mal y su
aliento era horrible, la imaginación del manchego lo suplió todo y hasta
percibió un olor agradable. La asió fuertemente y solo la soltó cuando el
arriero, que se dio cuenta del enredo, tundió al pobre caballero).
Llegan por fin a
Sierra Morena y se encuentran con Cardenio, quien se
ha vuelto loco por el amor de Luscinda y anda
por esos peñascales. El enredo es tal que no trataré de describirlo y solo me
referiré a las damas. Por cierto que de las señoras casadas o ya entradas en
años, Cervantes no se detiene ni en describirlas ni en decir su edad.
La pastora Torralba: Aparece en una historia que Sancho le va
contando a Don Quijote mientras caminan. Dice el buen Sancho que el padre era
ganadero algo rico, y que ella es, “rolliza zahareña y tiraba algo a hombruna, porque tenía unos
pocos de bigotes”, o sea que era fea y
huraña. Desdeñaba al pastor Lope Ruiz que era su enamorado, hasta que este
fastidiado la dejó y entonces viéndose la Torralba desdeñada, se enamoró de él y luego le quiso
bien, mas que nunca le había
querido y lo fue siguiendo
hasta la marca de Portugal. -Ésa es natural condición de mujeres -dijo don Quijote-:
desdeñar a quien las quiere y amar a quien las aborrece. Pero prosigue tu historia Sancho
amigo. Sin embargo, Sancho
no termina la historia o la termina mal porque Don Quijote no lleva la cuenta
de las ovejas que tenía que pasar el pastor por el puente sobre el río
Guadiana. Así que no se sabe el fin de esos amores.
Dorotea: Hija de labradores ricos, muy blanca y rubia,
hermosísima y de unos 20 a 22 años, pues se encargaba de administrar la
hacienda de sus padres. Seducida y abandonada por Don Fernando (que es noble),
vuelve a reconciliarse con su seductor después de muchas peripecias que suceden
en Sierra Morena y en la venta. Descubren el cura y el barbero a Dorotea, que
disfrazada de mocito se lavaba los pies en un arroyo, sorprendiéndoles “la blancura y belleza de los pies” y como se tuvo que levantar el pantaloncillo “hasta la mitad
de la pierna, que, sin duda alguna de blanco alabastro parecía”.
A instancias del cura
y del barbero que traman una historia para regresar a Don Quijote a su casa, se
disfraza de la princesa Micomicona con el propósito
de pedir la protección del famoso caballero.
Luscinda: aunque nombrada antes que Dorotea, aparece en “persona” después.
Es igualmente bella, rubia e hija de padres ricos y por su comportamiento debe
tener de 18 a 20 años. Es la novia de Cardenio “el
salvaje”. He aquí su historia resumida: Ella y Cardenio
son novios desde chicos y ya jóvenes el papá de el,
pensando que no tiene la edad para casarse, decide mandarlo con un noble para
mejorar su condición. Va Cardenio a la casa del duque
y allí se hace muy amigo de Don Fernando, hijo segundo del duque a quien le cuenta
sus amores con Luscinda. (Este Don Fernando había
enamorado y seducido a Dorotea, quien avergonzada huye de su casa). Don
Fernando queda impresionado con el relato de la belleza de Luscinda
y con una segunda intención, promete ayudar a Cardenio.
Van al pueblo de este y ver Don Fernando a Luscinda y
enamorarse de ella es todo uno. Con su influencia y riqueza, logra arrebatarle
la novia a Cardenio, quien despechado se vuelve medio
loco y se lanza a vagar por los montes. Todo lo resuelve felizmente Cervantes
unos 20 capítulos adelante.
Camila y Leonela: Se meten en la historia a través del cuento del “Curioso
impertinente”. Ambas son mujeres jóvenes, la primera es el ama, muy bella y de familia
rica, la segunda es la criada (se criaron juntas) y es algo coscolina. Tendrán
20-22 años. Sucintamente la historia es esta: El impertinente Anselmo, esposo
de Camila le pide a su íntimo amigo Lotario que enamore a su esposa para
ponerla a prueba, pues quiere comprobar que Camila es buena y casta aún bajo la
presión de un enamorado guapo y educado, que le dé regalos y la halague.
Anselmo da todas las facilidades a Lotario: se ausenta largos periodos, le da
dinero para los regalos etc. Mucho se resistió la bella y casta Camila, pero al
fin cayó. Anselmo no se dio cuenta del engaño hasta mucho después y fue a
través de Leonela, pues esta se había vuelto tan
descarada que hasta a su amante metía en la casa. La descubrió Anselmo un día y
ella para no verse castigada prometió decirle cosas muy importantes referentes
a su casa. Supuso Camila que la iba a descubrir y huyó, fue a casa de Lotario y
este la metió a un convento donde de tristeza y vergüenza murió pronto. Lotario
acabó su vida en una batalla y Anselmo que por extrañas personas vino a saber
toda la verdad, sintiéndose culpable de todo y lleno de pesadumbre se encerró
en un cuarto y murió.
Zoraida: musulmana, bellísima sin que se diga su color
(en opinión de algunos de los personajes que estaban en la venta, más bella que
Luscinda y Dorotea), debe tener unos 20 o 25 años
pues está prometida al “cautivo” que pasa de los 40 años. Es hija de un jefe
musulmán riquísimo de nombre Agi Morato.
Se convierte al cristianismo y es devota de Lela Marién
(La Virgen María). El “cautivo” es hermano mayor del oidor y como era soldado
estuvo en muchas de las batallas que libró España contra los turcos. Es opinión
de los estudiosos que muchos de sus relatos son los vividos realmente por
Cervantes.
Clarita de Viedma: Niña que no cumple los 16 años, inocente y
cándida. Hija del oidor Juan Pérez de Viedma que va destinado a la Audiencia
de Méjico, por lo tanto es rica y bien criada. Enamorada perdidamente
de Don Luís, jovencito de la misma edad de Clarita y mucho más rico que ella.
De los amores juveniles dice Cervantes un poco antes, que más que verdadero
amor debe llamársele apetito que tiene como fin el deleite y que en
alcanzándole, se acaba.
Por último:
Leandra: Jovencita de 16 años muy bella e hija de padres
muy ricos. Es seducida por un joven soldado de fortuna, muy decidor y galán y
aunque ella niega la seducción, nadie se lo cree, de manera que su padre la
mete monja.
Debemos también, según
mi sentir, referir el discurso que le larga Don Quijote a Sancho respecto
de la viuda rica y Dulcinea, pues nos da una buena idea de lo que
sentían los españoles, o mejor decir Cervantes, acerca del linaje, de las
capas sociales y de la discriminación. Va por este tenor:
Había hablado muy
cuerdamente Don Quijote de algún asunto que por lo pronto no viene al caso,
Sancho sorprendido de lo bien hilvanado y lúcido de la disertación le
dice a su amo que su categoría y su rango le permitirían tener una mujer o
novia mejor que Aldonza, que aunque bonita, no era
más que una campesina ruda y rústica. Don Quijote, bien criado como es,
le dice: “Mira Sancho amigo, había por estos lugares una mujer que quedó viuda
joven y dueña de una muy buena y rica hacienda. Con el tiempo sus urgencias
femeninas le hicieron caer en amores con uno de sus labradores algo tardo de
entendederas (motilón es la palabra usada por nuestro hidalgo), pero
quizá buen mozo. Se dio cuenta el administrador de los bienes de la viuda y
trató de aconsejarla.
-“Señora, le dijo,
para su categoría, belleza y riqueza, bien podría usted escoger entre
muchos varones distinguidos, ricos y de buen linaje que hay por aquí y que
desean casarse con usted, y usted podría escoger “como entre peras:
este si, este no”; y me maravilla que se haya enamorado de este hombre tan
bajo, rústico y soez.”
-Anda usted muy errado
en su razonamiento y piensa muy a lo antiguo señor mío, le respondió la viuda,
porque para lo que yo le quiero, este hombre sabe tanta filosofía y más,
que el mesmo Aristóteles.
Y he de decirte
Sancho, continuó Don Quijote, que en esto de los linajes no siempre significan
calidad de la persona y que además siempre se empezó con alguien que no tenía
ninguno; y que Dulcinea o Aldonza es tan bien criada
y bella como la que más y que aunque rústica la llevo en mi corazón como yo la
veo y agregó: “Porque has de saber, Sancho, si no lo sabes, que dos cosas
solas incitan a amar más que otras, que son la mucha hermosura y la buena fama;
y estas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa
ninguna le iguala, y en la buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con
todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada; y píntola en mi imaginación como la deseo, así en la belleza
como en la principalidad.
Y así va Don Quijote por
esta primera parte: a veces haciéndonos reír con sus locuras, pero las
más haciéndonos llorar de emoción por su altitud de miras, por su
inquebrantable fe en la justicia y en la bondad humana.
Y no se sabe cuándo es más
conmovedor, si estando loco persiguiendo endriagos y rufianes o cuando está
cuerdo; pues cuerdo nos da lecciones de sabiduría y buen juicio tan amenas, sencillas y con tal donaire que son únicas en
nuestra literatura.
No queda más que decir:
¡Amo a Don Quijote!
Nota: Lo escrito en
bastardilla son citas textuales.
Américo García Rodríguez - 2007