PISKARIOV
Cuando se entra a la última
etapa de la vida, sucede que vienen pensamientos relativos al final que todos
vamos a enfrentar: La desaparición. Esto me ocurrió al leer una parte de “La
perspectiva Nevsky” un cuento del famoso escritor
ruso, Gógol: de pronto sentí que la muerte batía sus
alas y tuve la osadía de resumirlo.
He aquí mi pequeño trabajo
Había un pobre pintor, Piskariov, que quizás por azares del destino nunca iba a
llegar a ser grande, aunque tenía talento y aptitudes para ello, pero..
Estaba en la perspectiva Nevsky en San Petersburgo tratando de pintar algo, cuando
vio pasar a una doncellita rubia y hermosísima y el obedeciendo a una fuerza
superior, prendado, obsedido, la siguió: Era su ideal. Unas cuadras adelante
ella entró a un edificio y el, como falderillo fue tras la bella; subieron
cuatro pisos hasta un departamento que seguramente era su vivienda. Antes de
entrar, la joven le hizo una seña inequívoca que de inmediato el pintor entendió
y se metió tras ella. Su sorpresa fue mayúscula: era una mancebía.
Salió demudado, sin habla,
trastornado: Sin pensar en otra cosa se fue directamente a su casa. No sabiendo
que hacer se acostó y después de muchas horas de estar rumiando su desilusión
se durmió. Tras un sueño prolongado y lleno de pesadillas, oyó que llamaban a
su puerta y fue a abrir; era un lacayo vestido de librea que le dijo que la
condesa, su ama, le pedía que fuera a su palacio. Presintiendo que era la
rubita, la mujer ideal, Piskariov lo siguió y
llegaron así a un magnífico palacio. Se daba una fiesta y la hermosa era la
anfitriona, era la dueña de la casa; la condesa. Fue a saludarla e iniciaron
una conversación agradable e íntima: ella le explicaba el porqué de su
comportamiento anterior y el, arrobado, la escuchaba extasiado: no era lo que
había pensado en un principio. Se dio cuenta de lo inapropiado de su atuendo,
pues todos los presentes vestían de gala, pero como vio que a la condesa, eso
no le importaba, no se preocupó. Pasaron así unos minutos, hasta que otros
invitados pidieron a la anfitriona que fuera a atender a unas personas que la
solicitaban y el quedó solo y sin conocer a nadie. Al retirarse, ella le pidió
que la esperara, que no tardaría. Después de algún
tiempo, desconcertado, fue tras la condesa que vestía un traje malva muy
vaporoso; veía los vuelos del vestido en otras salas y sin pensarlo, aun cuando
ella estaba con otras personas, a codazos y empellones trató de acercársele
hasta que por fin la alcanzó, y ..
despertó.
Ya era muy tarde, había dormido
mucho tiempo pero siguió recostado y pasó muchas horas pensando. Su mente era
un remolino; ¿todo había sido un sueño? Para asegurarse de una cosa u otra,
quiso ir al departamento del cuarto piso. Conforme caminaba se fue calmando y
aceptando la realidad; se decía así mismo que había que redimirla, que podría
ser una buena esposa. Y sí, cuando llegó, la que abrió la puerta era su amor
ideal, pero aunque ya eran las tres de la tarde ella acababa de despertar y
estaba borracha todavía de la juerga nocturna, pero aún así se la veía hermosa
y fresca.
Le pidió que dejara esa vida,
le rogó que se casaran, que aunque pobremente, vivirían honestamente: el
pintaría y ella bordaría y cuidaría de la casa. La joven mujer le contestó que
no sabía bordar ni quería aprender; y lo mandó a paseo. El alma de artista del
pobre pintor, sensible e idealista, no resistió; salió desalado y contrito: no
podía explicarse como una mujer tan dulce y bella fuera un ser abyecto y
despreciable.
Apresurado se fue a su cuarto y
se encerró con llave. Dejó de comer de la pena.. Se
fue muriendo poco a poco. No trabajaba pues el día le parecía insoportable y
solo esperaba que llegara la noche para poder soñar en su condesita.
Ya no vivía, soñaba..
Pocos días después, los
vecinos, al ver que no había movimiento en la vivienda, forzaron la puerta y
entraron:
Encontraron a Piskariov muerto.
Américo García R. 2008