Presentación

El trabajo que a continuación voy a presentar a ustedes lo hizo mi abuelo, el Señor Norberto García Abarca, originario de Tixtla Guerrero, donde nació en 1869 y murió en 1957. Viene muy al caso por cumplirse en el mes de noviembre próximo 100 años del inicio de la Revolución Mexicana y haber sido hecho durante los mismos sucesos de este conflicto político y de armas. Aunque soy su nieto y por consiguiente pareciera que no debía opinar sobre su calidad, lo hago con mucho gusto: Creo que tiene un gran valor literario e histórico. He tratado de conservar la ortografía original, corrigiendo solo algunas veces, palabras que me parecieron obvias distracciones del autor al redactarlo.

Mi abuelo fue autodidacto, pues quizá solo cursó la primaria, pero fue Diputado local y Diputado federal por sus dotes de honradez y generalizado aprecio de sus conciudadanos.

AGR 2010

 

Narración histórica                  Por Norberto García Abarca

Los hechos que voy a consignar en estos apuntes, acaecieron en esta región del Estado de Guerrero con motivo de la Revolución Popular iniciada en el país a fines de Noviembre de 1910. Contiene también noticias de lo acaecido en diferentes partes de la República, por el mismo motivo, opiniones de la prensa mexicana y de la extrangera sobre la política de México reputadas como imparciales, consideraciones generales acerca de las causas que dieron margen al movimiento político-social que ha sacudido a la nación por espacio de       años, y un estudio sobre las consecuencias que acarreará a la Patria en conmoción.

El que esto escribe no se precia de escritor público ni de literato, ni de político ni de historiador, al contrario, confiesa ingenua y sinceramente su falta de aptitudes para esta clase de trabajos. Su intención no es de hacer un libro para darlo a la publicidad, sino una simple memoria de sus observaciones hechas para trasmitirlas a sus hijos, quienes son aún muy chicos, para que éstos, cuando lean la historia que se escriba de la Revolución de 1910, hagan la comparación entre lo que escribe el que no ha tenido liga alguna con los diferentes partidos contendientes, y lo que escriban y opinen plumas bien cortadas y cerebros bastante cultivados; pero quizá no exentos de pasiones políticas ni de espíritu de partidarismo.

Esto se dirá que es prejuzgar, pero es una verdad innegable que la mayor parte de los historiadores de hechos, dejan entrever en sus escritos la inclinación que tienen hacia algún partido ó facción; la admiración o repulsión hacia algún personaje; la adhesión á algún sistema y el desapego a otro régimen. Andando el tiempo; cuando han desaparecido de la escena mundial los hombres célebres en cualquiera forma; cuando se han serenado los ánimos y el soplo del tiempo ha dispersado las brumas que enturbiaban la atmósfera de una etapa, entonces se ven mejor las figuras y se analizan más despacio las acciones; mas es necesario que para que tal análisis resulte lo más exacto posible, se vayan anotando los datos á medida que los hechos vayan verificándose. Así, al fin vendría a conocerse la verdadera historia, y la posteridad vería en el gran libro, la vida real de las generaciones pasadas, como se admira una película de extraordinaria animación.

En este concepto, y no obstante mi propósito de escribir nada más para mis hijos y acaso para mis amigos de intimidad, tal vez por conducto de aquellos ó de éstos, llegue a servir de algo este escrito, al menos en lo que respecta al Centro del Estado de Guerrero, cuando se estampen los hechos desarrollados en estos rumbos en virtud de la evolución política que se está verificando y que sin duda alguna hará cambiar de faz a México en sentido favorable ó adverso;  pues no se puede predecir nada seguro sobre el particular, porque sucede con el cuerpo social lo mismo que con el cuerpo humano cuando se enferma: ó bien sana y se robustece por una sangría que se le aplica, ó enferma y muere.

¡Dios quiera que nuestra Patria sane de la enfermedad que la tiene entre la vida y la muerte, y que la sangre de sus hijos la fecundice para que brote vigorozo y lozano el árbol de la libertad!

Procuraré decir la verdad hasta donde sea posible, dado que nadie puede ser testigo ocular de lo que cuenta y tiene que procurarse los datos de otros que se dicen testigos, así como tomarlos de informaciones de periódicos independientes ú oficiales, entresacando aquello que se juzgue racional y verídico. A tal fin haré el sacrificio de mis inclinaciones particulares; pues aunque, como llevo dicho no tengo liga con ningún partido, pudiera ser que por una simple simpatía hacia algún bando, me apartara un tanto de la línea recta que me he trazado para ir derecho á mi objeto. Trataré, pues, de corresponder con el título que lleva esta obrita “Narraciones históricas”, porque yo entiendo que la palabra histórico significa verdad ó algo que lo distingue de lo fabuloso ó mitológico.

Siempre he lamentado no haber tenido oportunidad para enseñarme á escribir correctamente ni para cultivar mi inteligencia en las aulas a efecto de poder desarrollar mis ideas y darles la forma debida con el indispensable aditamento de la lógica; pero ahora lamento más mi insuficiencia al habérseme metido la peregrina idea de formar este manuscrito que, aunque no será leído más que por mi familia, pudiera inopinadamente ir a dar á manos extrañas y ser censurado por las faltas de ortografía y demás reglas gramaticales que de aquí allí se encontrarán.

Por lo demás estando casi imposibilitado para ejercer el comercio que es mi ocupación habitual, me he proporcionado este entretenimiento como un medio para combatir el ocio. Si alguna vez llegara a ser útil este trabajo, no habré mal empleado el tiempo, y si algunos de los sucesos relatados aquí se aprovechan como datos para la formación de la historia de esta guerra civil, sin saberlo quizá contribuiré con mi grano de arena para esa grande obra, pero un grano tan pequeño é insignificante como un asteroide en las profundidades del infinito.      El autor

                                                       Capítulo I

                                               La primera chispa

En la tarde del día 27 de febrero de 1911, corrió una circular firmada por el jefe Político de Tixtla, citando a los principales vecinos de la población á la casa municipal para tratar un asunto de vital importancia. Se reunieron unas veinticinco personas, número muy corto en relación á la lista de los citados, pero esta circunstancia no llamó seriamente la atención, pues es costumbre en esta Ciudad no acudir siempre al llamado de las autoridades y corporaciones de carácter particular, no por desacato, justo es decirlo, ni por mera desatención, sino por costumbre, es decir, por falta de cultura. Hay sin embargo, otra causa por la cual no se asiste a las juntas; (y también es justo decirlo) que casi siempre que convoca á ellas el prefecto ó el presidente municipal, es para abrir una suscripción para reunir fondos que se destinan por lo regular, para felicitar al Gobernador; para hacer un baile, para obsequiar al Señor Prefecto el día de su santo con una comida; para “la cuelga” del presidente, para socorro de los damnificados por el terremoto ó la inundación, y alguna que otra vez para mejoras materiales o de ornato de la Ciudad, pues el gobierno jamás saca de sus fondos un centavo para obras públicas de los pueblos del Estado, sólo por mejorar la capital gasta fuertes cantidades; y como son pocos los que quieren gastar su dinero infructuosamente, resulta, resulta que no acuden a las citas porque presumen que les van á sacar el dinerito; pero los caritativos se reservan para dar después su óbolo cuando se trata de socorrer al necesitado. Con este motivo, y como ya se dijo antes, sólo veinticinco personas concurrimos.

Eran las siete de la noche. La débil luz de una bujía se veía en el espacioso salón municipal como una luciérnaga solitaria en medio del campo en noche obscura. Los citados iban llegando en grupos de tres ó cuatro y se acomodaban en los asientos formando corrillos. Cada corrillo hacía conjeturas sobre el porqué de la cita y nadie acertaba con el objeto. Algunos creían que el Gobierno del Estado había decretado un nuevo impuesto y que debería elevarse un “voto de confianza” al probo gobernante Don Damián Flores por medida tan acertada para hacer progresar ¿? Al Estado; pero esta presunción no tenía fundamento puesto que el que fungía como prefecto era Don Atilano Alcaráz en substitución de Don Francisco V. Bírdon que había comenzado ese mismo día á disfrutar de una licencia que le había concedido el Gobierno, y don Atilano no era quien propondría tamaña inconsecuencia. Otros pensaban que el Señor Alcaráz iba a comunicar que Bírdon había pedido una licencia y que él, Don Atilano, quedaba interinamente al frente de la prefectura, idea alhagüeña, pues Don Pancho se hacía ya intolerable en el puesto por el abuso que de su autoridad hacía, y no faltaba quien creyera que se trataba de dar dinerito para alguna mejora.  Así por el estilo discurrían los diversos grupos hasta que el prefecto levantandose de su asiento, dijo: “Señores : me he permitido citar a Uds. y a otras personas que no han asistido para comunicarles que el Supremo Gobierno del Estado en telefonema de esta fecha participa á la prefectura de cuya oficina me hize cargo hoy, que en Huitzuco se levantaron en armas contra el Gobierno Federal, varios vecinos de dicho pueblo en número considerable tomando el rumbo de Copalillo ó Atenango del Río,; que como era posible que llegaran a tocar el Distrito de Guerrero y aun aproximarse a esta ciudad, deseaba se acordara sobre la actitud que debería tomar el pueblo en tal caso, y suponiendo que se encontrara sin guarnición la plaza como lo estaba actualmente; que el juzgaba de importancia el asunto en vista del incremento que había tomado el movimiento revolucionario en otros estados del país y principalmente en los del Norte; que como á la sombra de las revoluciones surgen grupos de bandoleros que se atreven a asaltar los poblados, convenía tomar las medidas necesarias á fin de no verse apurados en los momentos críticos”.

Todos nos quedamos mudos é inmóviles como estáticos, pensativos como quien trata de resolver un gran problema; apenas si movíamos los ojos para ver á los demás y tratar de adivinar en sus miradas lo que pasaba en el fondo de aquellos corazones embargados por una impresión no sentida hacía treinta y cinco años.

Al fin rompió el silencio el mismo Señor Prefecto interrogando a uno de los asistentes: - El señor Don Fulano tendrá la bondad de expresar su opinión con toda franqueza? El interpelado apoyando ambas manos en las rodillas y levantándose perezosamente de su asiento, ya puesto de pié dijo: Si señor, voy á decir lo que en mi humilde concepto convendría hacerse por si llegare el caso de que nos viésemos amenazados por alguna partida de rebeldes ó por alguno de esos que solo tratan de perjudicar a los viajeros ó á los pobres vecinos de los poblados pequeños como son las cuadrillas, y haciendo una breve pausa y entrecerrando los ojos como para reconcentrar sus ideas agregó: yo creo que si se cuenta con algunas armas y parque, podría intentarse repeler la agresión de unos cuantos y aún perseguirlos en el campo; pero si vienen en un número muy crecido , sería una temeridad hacer resistencia aunque es de esperarse que el gobierno procurará tener siempre bien guarnecida esta plaza por ser cabecera de Distrito y estar cercana a la capital del Estado. Volvió a sentarse el que habló y en seguida el prefecto dirigiéndose a otro de los circunstantes le pidió su opinión. – Este es un asunto bastante serio dijo el interrogado, y se necesita reflexionar algo para tomar una determinación, en consecuencia, soy de parecer que esperemos un poco para resolver, al fin que esos Señores han de tardar para organizarse si les dan tiempo para ello, y antes de pretender venir aquí, tratarán de entrar á Chilapa ó á alguna otra plaza más lejana del Centro. – Así fueron emitiendo opiniones en diverso sentido sin llegar a un acuerdo definitivo. No podía ser de otro modo: en primer lugar porque uno de los compromisos más graves que puede contraerse el hombre es aquel en que pone en peligro la vida, en segundo que no teníamos el enemigo a las puertas, y por otra parte, que en ocasiones, aún las noticias oficiales suelen resultar falsas ó exageradas y no era de tomar como un hecho el dicho levantamiento. Había más todavía: no se conocía el plan revolucionario y pudiera ser que algunos ó muchos simpatizaran con la causa que se proclamaba.

 

Dio las gracias el prefecto y se retiraron todos ofreciendo reunirse al día siguiente para continuar deliberando sobre la cuestión.

Los corrillos formáronse de nuevo en las esquinas, en los jardines públicos, en las casas particulares, haciendo comentarios sobre el asunto que ciertamente valía la pena de dedicarle atención. Algunos opinaban que el movimiento revolucionario prosperaría, otros que fracasaría porque el gobierno era bastante fuerte para sofocarlo, que Don Porfirio era invencible, y varios para no errar decían que tan era difícil el triunfo de la revolución por lo bien cimentado que estaba el gobierno como fácil si todos los pueblos se adherían á ella, apoyándose los que así opinaban en el principio de Vox populi vox Dei.

No volvió á efectuarse la reunión. Pasaron varios días sin que nada notable ocurriese.

Enviado por el gobierno, vino a encargarse de la prefectura Don Francisco Ortega, vecino de Chilpancingo, quien trató de desplegar cierta actividad para combatir la revuelta que comenzaba ya a invadir el Distrito de Álvarez, formando un grupo de fuerza armada compuesto por los soldados de seguridad del municipio.

A este capítulo le hemos puesto por rubro “La Primera Chispa” refiriéndonos a la revolución en el Estado de Guerrero y no á la revolución en general, pues esta, como es sabido, según El Plan de San Luis Potosí debería comenzar y en efecto comenzó en la frontera, el 20 de Noviembre de 1910, habiéndose anticipado en Puebla con el combate sostenido por Aquiles Serdán y su familia contra fuerzas del gobierno el 18 del mismo Noviembre, pereciendo Serdán en esta refriega que costó á la Federación muchos soldados.

 

C o n t i n u a r á